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Post originalmente publicado en amandome.org

Después de realizada la biopsia en la clínica de la dermatóloga, me tocó esperar casi 10 días para recibir noticias de la biopsia, durante los cuales seguía pensando en que lo peor que podía pasar era que me dijeran que había que quitar el lunar (lo que en mi cabeza era con láser o algo así).

Esos días me había enfocado en una actividad artística de trabajo y estaba en modo “ir pensando en la planificación del año 2022”.

El viernes 3 de diciembre me levanté temprano, me bañé, tenía ya en mente un par de cosas pendientes cuando mi mamá me dio la noticia: la dermatóloga le habló antes a ella porque se conocían del hospital. Y por el tipo de noticia que era, la dermatógologa pensó que lo mejor sería decirlo a mi mamá, ya que ella siendo médico sabría como informarme a mi. Quizás fue mejor así… quizás si yo lo hubiera sabido antes no habría entendido al 100% el diagnósitco hasta que, dándole la noticia a mi mamá, ella misma me lo explicara.

Cuando escuché “melanoma” no terminé de entender de qué estábamos hablando. Tuvo que aclararme mi mamá: “si, es cáncer”.

A partir de ese momento todo lo que sigue del día es como en cámara lenta. Como que yo ya no tenía voz ni voto de qué hacer o a dónde ir. La heroína del día fue mi mami. De eso no hay duda. En ese momento ella se puso literalmente el traje de médico y se metió en el papel de seguir, seguir y seguir: exámenes de sangre, papelería para tramitar todos los exámenes a los que me debía someter. ¿Cuándo? PARA AYER.

Ella fue quien estuvo al pie del cañón conmigo, durante un día larguísimo en donde tuve que beber litros y litros de un líquido para prepararme para las tomografías de todo el cuerpo. Literalmente: todo el cuerpo.

Aunque gran parte del proceso estuvimos separadas porque los pacientes esperan en otra área.

Cuando por fin entré a hacerme todas las tomografías, recuerdo que estaba tan frío (por las máquinas, seguramente deben mantener la temperatura muy baja) que empecé a temblar, lo cual se incrementó por mis propoios nervios. Sin embargo, en ese momento me recordé de respirar. Adentro, afuera, adentro, afuera… y todo fue calmándose. Por la posición en la que estaba se me hizo entrar en Shavasana: con el cuerpo relajado y la mente reducida al mínimo pero en estado de vigilia. Y así logré pasar el proceso lo más tranquila posible.

Continuará…

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